No te entiendo. Nunca te he entendido, a decir verdad. Es sólo que antes no me importaba. Y si lo escribo aquí, es porque sé que contigo no puedo hablar, que 5 minutos estarás dispuesto a escucharme, y después simplemente dirás "no me importa". Lo que tú nunca comprendiste es que yo no necesitaba explicaciones, ni de ella ni de nadie. ¿Qué podrías explicar, después de todo? Y es que lo que tampoco supiste entender, es que mientras tú ibas feliz y emocionado por estar con ella, yo iba feliz y emocionada por estar contigo, porque tú me dijiste que ahí se arreglaría todo.
Mientras tú te divertías, a mí me preguntaban qué te había pasado, y por qué lo habías hecho, y que si a ellas a los 18 les hubiera pasado algo así se hubieran soltado llorando, que qué tonto porque yo con mis ojos y mi cabello y mi estatura y ella lo contrario, y para mí era como si alguien hablara lejos, muy lejos de mí, y yo no podía entender lo que decían. Y pensaba que tal vez por eso, por ser lo contrario a mí, decidiste arruinar todo lo que hice por ti, todo lo que te cuidé, todo lo que te ayudé, todas las cosas que dejé para que estuvieras bien, en una noche en Guanajuato con una señorita que ni conocías. Mientras tú te besabas con ella en nuestra banca atrás del teatro, mi mamá y yo bajábamos del taxi que por una maldita casualidad nos dejó hasta allá. Y aún así, seguías diciéndome que soportara, que llegando a Durango, que todos los meses de dolor terminarían. Y lo que no sabías, es que lo que terminaba era aquella niña de 16 años que besaste un día en el parque, y que por tanto salirme a las 8pm de casa para recorrer todo Durango y rescatarte de tus propios demonios, de tus propios problemas, mi cuerpo y mi mente estaban llegando al límite. Supongo que la tifoidea no era para prevenirme de las infecciones, era para prevenirme de ti.
Por eso cada vez que me dices "ya olvídate de mí", me dan ganas de reírme y un poquito de arrancarte la cabeza, porque tú me olvidabas al tiempo que me pedías que te ayudara, y tú me olvidabas al tiempo que yo compraba tus mentiras, y tú me olvidabas mientras yo me sentaba a llorar sola en el parque porque no sabía que más hacer por ti, y porque te amaba. Tuviste todo el tiempo del mundo para olvidarme. A mí, las cosas me cayeron de golpe una mañana de Noviembre. Nunca, nunca Daniel, fue igual para los dos.
Nunca nunca nunca nunca nunca nunca.
Y lo voy a decir hasta que me muera, pudiste cortarme y ya.
El problema es, que aunque me dices que te olvide, cuando pienso que ya lo hice, te apareces de nuevo en mi vida, nada más a perturbarla, a hacerme enojar, o a lastimarme, o a provocar que caiga de nuevo en ese pozo del que me cuesta tanto salir. Voy dejando pedacitos de mi vida cada que te veo porque sé que no llegaste a ese lugar por casualidad. Y no puedo comprender porque no dejas un ratito la incongruencia y me permites olvidarte. (Sí, como cuando cambié mi correo y a las dos semanas ya tenías el nuevo, o como el que sigas este blog y el otro y una larga lista de ejemplos que no quiero recordar.)
Pero a pesar de todos los motivos que tengo para desear nunca haberte conocido, no me arrepiento de nada lo que hice por ti. Y desearía arrancarme las venas por estúpida cada vez que me duermo recordando el beso de la banca, o el de la cabaña antes de la primera vez, y todavía lloro cuando recuerdo el día que "Laura" me dijo que estabas muerto y no respondías el celular (sigue siendo uno de los peores días de mi vida, y el causante de mis pesadillas e insomnio casi permanentes), porque no puedo cambiar el hecho de que entre todas mis confusiones y lo enamoradiza que soy, lo único que tengo claro es que todavía te amo, y aunque me digas que te importa, no se siente de esa manera.
Debería agradecerte, en realidad. Porque me ayudaste a descubrir, desde los 16, lo mucho que puedo amar a un hombre, y la infinidad de cosas que estoy dispuesta a hacer por él. Me convertiste en una versión trágica, apasionada de mí misma, con más fortaleza y voluntad de la que jamás tuve antes. Dispuesta a ceder, a perdonar, a secar mis lágrimas y seguir luchando. Gracias por eso. Las mujeres inteligentes se enamoran como idiotas, alguna vez leí. Es totalmente cierto. Te dejé jugar todo el tiempo que quisiste, hasta que personas más importantes que tú empezaron a necesitar de mí, y tampoco me arrepiento de haberte detenido cuando lo hice. Siempre tuve claro que iba a perder, pero quería demostrarte cuánto te amaba con tantas ganas que no me importaba. Y sí, aún te amo, pero no como en aquellos días. Ese, era un amor de los que te enferman, de los que te arrancan el alma cada segundo, de los que te hacen llorar todas las noches, llorar y llorar y llorar y no dormir, de los que te hacen cambiar; un amor de los que pocas personas se atreven a experimentar.
Estos últimos días he estado más débil que nunca porque es mi manera de despedirme. Quería recordar lo que se sentía estar contigo, quería darme cuenta que las marcas que dejaste en mí son reales. Esperé un año, y bien sabes que podría hacerlo siempre, pero esperar por ti es como esperar que esta noche el frío se vaya... Inútil y desgastante. Recuerdo que siempre te decía que éramos Alice y Dan, pero nuestro final sería feliz... Y mira, terminamos exactamente igual que ellos. Acepté mis errores, me disculpé, y ya es suficiente. Cierro el ciclo, justo como tú me pediste. Por favor respeta eso.