Recuerdo que estaba platicando con mis amigas de la escolta, tenía el cabello larguísimo, ya era demasiado alta para mi edad y las pecas empezaban a surgir en mi pobre nariz blanca. Era una oradora presumida, una niña que apenas podía con el apellido de su abuelo, y una feminista e Isabella Gispert en surgimiento. Todas te vimos a lo lejos, adentro del auditorio, practicando.
Eras mi competencia.
Si alguien, en ese momento, me hubiera susurrado "
en 7 años te vas a enamorar de él", me habría detenido a mirarte fijamente.
Después de ese día, te veía en cualquier lado. En festivales, en espectáculos de danza, en el examen de admisión a la secundaria...
Te odiaba, de verdad te odiaba. No tenía un motivo, sólo lo hacía. No nos gusta recordar ese último concurso porque fuiste tercer lugar y yo segundo... Los dos sabemos que fue un robo, yo estaba segura que ganarías y que así me liberarías de un peso que ya no estaba dispuesta a seguir cargando. Quizá por eso te odiaba, porque no habías ganado y yo tenía que soportar los últimos meses en primaria siguiendo los pasos de mi hermana hasta que me entregara a la danza por completo y para siempre, sin que nadie lo impidiera.
En secundaria, estuviste la primer semana en el A, y yo en el G, de los que tenían influencias para salir una hora antes que los demás. Mis compañeros eran los hijos de los amigos de mis padres, a los que yo conocía desde el día que nací, y mis mejores amigas. Un día, en clase de español, llegaste a mi salón. Todavía recuerdo que
miré a C como rogándole que me dijera que no era verdad. Ahora éramos compañeros también.
Irónico.
No sé ni como pero te volviste uno de mis mejores amigos antes del mes de clases. Tengo tantos recuerdos que escribirlos me tomaría más tiempo del que pienso invertirle a este
estúpido sentimiento.
Supongo que siempre fue confuso, entre
tú y yo... La fiesta de XV que no quería, ¿recuerdas? Estaba enojada contigo, te vi en la Iglesia y no te sonreí, te fuiste antes y me enojé más... No sabía que
fuiste a comprarme rosas, en esa tormenta de Agosto que
nunca se puede perder mis cumpleaños. Entre el mar de gente que mis padres invitaron, tu eras del 10% de personas que conocía. No me gusta recordar esa fiesta porque mi conciencia me mata tú-sabes-bien-por qué, nunca debí hacerlo y lo supe desde el instante en que llegó. Pero mientras bailaba con mi papá, te vi con la rosa y con
nuestro mejor amigo, rogándole a mi mamá que te dejara bailar conmigo. Y lo hizo. Y te arrodillaste y el enojo se fue con lo que sentía por esa-otra-persona. Y te golpeé en la espalda, y debí saberlo en ese momento, o en el "¿es tu novio?" de dos horas después... No me atreví a decirte que sí lo era...
O quizá debí saberlo cuando lo dejé un año después porque
quería que me alejara de ti, o en los mensajes que no entendí porque estaba con otra persona, o en los de noviembre de 2009 cuando me rompieron el corazón en Guanajuato y
solamente te lo dije a ti, en el momento en que pasó, o cuando me quedé dormida esa noche pensando en ti, y no en lo que había pasado en el teatro. O en mi fiesta de graduación de preparatoria, hace un año, dónde se suponía que sólo bailaríamos con nuestros padres... Tu novia y mi novio en una ciudad a una hora de aquí, el mío muriéndose de rabia y volviendo mi noche
demasiado triste,
demasiado envuelta en lágrimas escondidas en un baño... Hasta que otra vez,
bailaste conmigo, otra vez cuando se suponía que no podías hacerlo.
Me rescataste de nuevo, por milésima vez. Nunca se lo dije, ¿sabes? Supongo que si lo hubiera hecho, se habría sumado a mi lista de relaciones terminadas por celos hacia ti, y al menos así ese noviembre tan triste no habría llegado jamás. Pero el hubiera no existe, y lo sabemos bien.